En 1980, el 13 de octubre, Argentina recibía de la mano del arquitecto y escultor Adolfo Pérez Esquivel, su cuarto Premio Nóbel, por su rol fundamental en la última dictadura argentina y su repudio sin mediar violencia.
Fue así cómo en la sede de la embajada noruega en Buenos Aires recibió la noticia de su designación como Nobel de la Paz, cosa que representó un duro golpe para la dictadura y un gran apoyo para las organizaciones que buscaban donde difundir las violaciones a los derechos humanos que se multiplicaban en aquellos días.
Según él mismo relató, estuvo muy cerca de haber sido víctima de los conocidos «vuelos de la muerte». Posteriormente, pasó 14 meses en prisión y, una vez liberado, otros 14, vigilado.
Por su labor junto al Servicio Paz y Justicia, movimiento del cual fue cofundador y que hoy está presente en países como Costa Rica y Chile, Pérez Esquivel recibió el Premio Nóbel de la Paz el 10 de diciembre de 1980 en Oslo, Noruega.
«Con humildad estoy ante ustedes para recibir la alta distinción que el Comité Nobel y el Parlamento otorgan a quienes han consagrado su vida a favor de la paz, la promoción de la justicia y la solidaridad entre los pueblos», comenzó su discurso de aceptación.
Hoy, a sus 88 años, continúa en el activismo social para la protección de los derechos humanos como el Presidente Ejecutivo del Servicio Paz y Justicia en Argentina y, tal como fueron sus palabras en aquel discurso: «comprometido a redoblar sus esfuerzos en la lucha por la Paz y la Justicia, puesto que la Paz sólo es posible como fruto de la Justicia».