El informe del Indicador de Precios en Origen y Destino (IPOD) de CAME revela una considerable disparidad entre los precios que reciben los productores y los que pagan los consumidores en góndola, a pesar de la desaceleración de la inflación en Argentina. En promedio, los alimentos cuestan 3,4 veces más en el punto de venta final que en su origen, reflejando los múltiples eslabones de la cadena de valor que agregan costos a lo largo del proceso.
Este margen es aún más marcado en productos como el limón, con una diferencia de 14,5 veces entre el precio de origen y el de góndola, seguido de la mandarina y la lechuga. Por otro lado, productos como el pollo y los huevos muestran brechas más reducidas, debido en parte a la mayor participación del productor en el precio final.
La disminución de la demanda, estimada en un 35%, está forzando a los intermediarios a reducir sus márgenes. Esta situación, sumada a factores como el aumento de costos operativos (transporte, logística, insumos dolarizados) y los desafíos climáticos, ha generado incertidumbre y variaciones en los precios de ciertos productos. Las condiciones climáticas adversas en zonas productivas, como Entre Ríos, también han afectado la oferta de cítricos, contribuyendo a la disparidad de precios.
Este fenómeno pone de manifiesto la complejidad del mercado agroalimentario en Argentina, donde múltiples factores externos, desde lo climático hasta los costos logísticos, influyen en los precios que finalmente pagan los consumidores.